Despertó sobresaltada, pisó el acelerador y empezaron las carreras; peluquería, compras de última hora e imprevistos varios, que se sucedían sin tregua, encogían el tiempo. Debía tirar de él y coger ese tren. Aún no entendía los motivos, sin embargo, en su fuero interno sabía que era un viaje decisivo. Subió y le sobrevino la calma. No acertaba a entender su destino de ida, el único que parecía más claro era el de vuelta.
Dos días de visita por la ciudad, tan solo un café y un paseo, la hicieron caer en un vacío enorme y en la certeza de que la realidad supera la poesía y ella era POESÍA en estado puro.
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